viernes, 18 de julio de 2008

LA HACIENDA EN LOS ANDES

LA HACIENDA
La hacienda es una forma de organización económica típica del sistema colonial español y se utiliza para describir un sistema de producción amplio en su sustentación orientada al monocultivo y cómo esta forma de organización social-económica-ecologica inciden sobre la evolución y desarrollo de los caminos del páramo de Los Conejos.
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La hacienda era un sistema de grandes latifundios que constituían un fin en sí mismo como símbolo del estatus social, que producía para el propietario y su familia, y el impacto sobre la exportación, la producción se orientaba poco para el consumo local, lo cual conducía al autoabastecimiento en todo excepto en artículos de lujo, de ostentación, que se destinaban para el grupo de gente en el círculo de confianza del patrón.
Las haciendas tienen su origen en concesiones, generalmente realizadas a nobles menores, dado que los grandes de España no estaban motivados para abandonar la península, y la burguesía tenía poco acceso a los dispendios reales. En Mérida, el sistema de la hacienda surgió a partir de 1558, cuando la corona española concedió a Juan Rodríguez Suárez y su expedición, dispendios Reales, el cuál suponía una porción de tierra. Significativamente la concesión incluía a todos los indios que vivían de la tierra y el poder sobre la vida y la muerte de las almas que habitaban en esos dominios. No había jurado de apelaciones gobernando la hacienda. El conocimiento que se tiene sobre esta forma de organización agropecuaria es a partir de fuentes de archivo, que revelan la naturaleza y operaciones del sistema de haciendas, sus esclavos, su sistema de tenencia de la tierra; los trabajos de su aislada, completa e interdependiente sociedad.
El propietario de una hacienda era generalmente llamado el hacendado. Aparte del pequeño círculo en la elite de la sociedad de la hacienda, el resto eran conocidos como peones (trabajadores de a pie ("pe")) o montados. Los peones trabajaban la tierra que pertenecía al patrón. Los campesinos trabajaban en minifundios y donaban una porción al patrón. La economía del siglo XVIII era principalmente un sistema de trueque, por lo que poca moneda circulaba en la hacienda. La acumulación de reservas era central en las haciendas. Donde la hacienda incluía minas en funcionamiento, el patrón podía ser inmensamente rico. En Sudamérica, la hacienda subsistió al colapso del sistema colonial a principios del siglo XIX. En algunos lugares, el fin del colonialismo significó la fragmentación de las grandes plantaciones en miríadas de pequeños minifundios de subsistencia.
(La hacienda es muy importante para conocer el desarrollo de los caminos construidos en el páramo de Los Conejos por cuanto se establecieron una red de este tipo de organización agraria tanto en la cuenca media del río Chama,como en las montañas llamdas “ pueblos del sur” y de áreas amplias de las faldas de las montañas orientadas hacia los Llanos de Barinas y Táchira que tenían salida natural de personas y productos hacia los mercados del Atlántico a través de los puertos de Gibraltar y Bobures).
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http://es.wikipedia.org/wiki/Hacienda

ORIGEN DE LA PROPIEDAD DE LAS TIERRAS PARA LA CONFORMACION DE LA HACIENDA.
De La Plaza; en su obra “El Problema de la Tierra”, habla como en la práctica los encomenderos fueron extendiendo las áreas geográficas donde tenían su asiento, utilizando los indígenas encomendados, e incentivando el desarrollo de la gran propiedad territorial agraria que luego se convertiría en el latifundio colonial representado en la gran hacienda de plantación y en el hato ganadero. Alrededor de estas tierras, las antiguas moradas de los indígenas se constituyeron en apéndice de las grandes haciendas y hatos para después muchas veces ser absorbidas por la fundación de pueblos de blancos quedando el indio como esclavo de estos o tener que huir a otros lugares. ( En la cuenca media del río Chama se facilitó la organicacion de grandes haciendas debido a ventajas competitivas del lugar entre las que se menciona: abundante mano de obra indígena y su empleo en forma servil, la fertilidad de los suelos, abundancia de agua para riego, distancia a los centros de producción de las capitales de la Capitanía General de Venezuela y del Virreinato de Nueva Granada, la cercanìa a puertos hacia el Atlántico, la ecología del área que permitía el cultivo de plantas de gran demanda en el comercio europeo). Estos hechos se vieron reforzados con la autorización que obtuvieron los Cabildos de dar tierras a aquellas personas españolas o blancos criollos que desearan integrarse a los pueblos o ciudades recién fundadas, que eran obtenidas muchas veces de las reservaciones indígenas facilitando a los recién llegados el tomar como suya las poblaciones de indios y convertirlas en mano de obra esclava.
La justificación legal de la gran propiedad de la tierra, estuvo por mucho tiempo representada por los indicadores ya expuestos, para luego definirse bajo la figura jurídica de la Composición, Confirmaciones y Remates, que sirvió de herramienta para la legalización de las grandes “propiedades” resultado muchas veces del fraude, de los artificios y argucias legales, que permitieron monopolizar grandes porciones de tierra en una sola persona y a quien las nuevas disposiciones lo benefició legalizándole la tenencia y otorgándole el Titulo de propiedad. Por esta vía, la tenencia y la propiedad de la tierra se fue incrementando, constituyendo el soporte en esencia de la riqueza y el poder económico – político de la colonia.
Existe una manera de darle cierta explicación al fenómeno ocurrido con la repartición de tierras y los graves problemas que causaron tanto a la Corona como aquellos que fueron víctimas del constante avasallar del terrófago español, quien debido a su manipulación, bien sea por la vía de las Mercedes Reales o por las Encomiendas que siempre estuvieron “ajustadas” al libre albedrío de sus aspiraciones e intereses individuales les permitió tomarse las tierras de mayor fertilidad y aquellas cercanas a los centros poblados, de acopio, de distribución y en especial a los puertos costaneros.
De La Plaza, Salvador. 1976. El Problema de la Tierra. P. 12.
Éstas tierras desde luego constituían una porción muy pequeña si se comparaba con el resto de los territorios conquistados, haciéndose harto difícil su control por parte de las autoridades locales y regionales una veces por falta de personal y otras por simple complacencia. En ese sentido Brito Figueroa Dice:
" En el estudio de los orígenes de la propiedad agraria en las colonias hispanoamericanas, el aspecto más significativo no lo constituía la superficie de la tierra que legalmente podía adquirir los conquistadores, sino las extensiones ocupadas de hecho e incorporadas por esta vía al dominio privado, fenómeno que se manifestó desde la segunda mitad del siglo XVI... Se observa, en efecto, que hasta 1591 las Mercedes tuvieron carácter gratuito, no oneroso, pero desde aquella fecha comenzaron a venderse, surgieron las adjudicaciones en pública subasta al remate del mejor postor y las composiciones como instrumentos para legalizar la situación de las tierras usurpadas, se ordenó, igualmente la restitución de aquellas, cuyos poseedores no justificaran el dominio con justos títulos"
Muy en el fondo, los controles de la Corona española se vieron afectados por su misma situación, ya que al término del siglo XVI, España se encontraba sumergida en un profundo problema económico, cuyas deudas la mantenía casi al borde de la quiebra. Obligando a la Monarquía a aumentar los impuestos en el nuevo mundo, y a "legalizar" por medio de la composición la tenencia y propiedad de la tierra, que en su mayoría estaban en manos de los terrófagos españoles, y que sirvió para paliar en mucho el desorden financiero en que estaba sumergida la Corona Española; estampostura le dio más fuerza y hasta sirvió de perdón a aquellos conquistadores que se apropiaron a la mansalva de grandes territorios pertenecientes en su mayoría a los indígenas y a españoles de muy bajos recursos económicos, que al ser compuestas dichas tierras, fueron despojados ya legalmente de ellas.
Más tarde, con la diversificación agrícola, se hicieron necesario la búsqueda de nuevas tierras ubicadas desde luego en la periferia de los centros poblados cercanos a las grandes haciendas de plantación y de comercio colonial, causando un gran desplazamiento hacia el interior territorial donde se llegaron a fundar con los mismos métodos anteriores y con la ayuda de los religiosos, hatos para la cría del ganado vacuno, caballar, mular etc. La cual constituyó la ocupación de un macroespacio que abarcaba gran parte del territorio conquistado multiplicando aun más los problemas existentes y arrinconando a las poblaciones indígenas, Arcila Farias Eduardo y Brito Figueroa, Federico. 1997. Política Colonizadora y Desarrollo de la Propiedad Territorial en Venezuela .ULA. Consejo de Publicaciones. Mérida. P. 67.
obligándolos a sumarse como esclavos al patrón blanco o a tener que huir de sus antiguas tierras. Ante toda esta incongruencia y ante el desbordamiento de sus propias Leyes, la Corona española opto por hacerse a la vista gorda. El cambio soterrado de la Corona española tuvo mucho que ver con los aspectos económicos del comercio exportador e importador haciendo un silencio cómplice que trajo como consecuencia un gran asalto a las tierras reservadas para los indígenas y la iniciación de un nuevo proceso de conquista hacía las tierras incultas que existían en la América española, como verbi gracia las ubicadas al sur de Venezuela especialmente en los suelos llaneros, al igual paso con las tierras andinas (mediados del siglo XVI). Para ello como ya se dijo utilizaron a la religión y su evangelización, dejando sin vigencia las normas, procedimientos y métodos utilizados hasta ese momento para contrarrestar la avalancha de invasiones y desafueros de que eran víctimas los naturales de América y Venezuela.
Como bien se ha expresado, los procedimientos utilizados por el español, no constituyó acciones aisladas por el contrario formo parte de la nueva metodología que utilizó luego la Corona española en su afán de controlar y dirigir el mercado de exportación e importación de todos aquellos productos que en el comercio internacional tenían gran receptividad. Rojas de Lo Porto, aduce: “Que el monopolio sobre la tierra se fortalece y la dominación de clase se ejerce a través del poder absoluto que vino a estar representado por los propietarios de tierras que habían tomado el poder político. Bajo esa oligarquía se formaron las grandes haciendas de cacao, café y los hatos de ganado”.
Así se reafirma, hacía donde se dirigía el desarrollo social, económico y político de la sociedad colonial, el cual era interpretado y determinado dentro de una estructura basada en leyes fundamentadas en la relación de producción y en el dominio de clases y que llego a tener una duración casi de tres siglos (final siglo XVI, XVII, final siglo XVIII). Al final del siglo XVI, en muchas regiones de la América española la economía indígena fue suprimida por la economía española y desde allí se da inicio a la propagación territorial de las haciendas y hatos ganaderos, excediendo de manera desenfrenada los antiguos linderos señalados por las mercedes reales y las encomiendas.
Rojas De Lo Porto, Blanca. 1981. La Estructura Agraria Venezolana. P. 29.
A tal efecto, los conflictos radicados en las diferencias que existían entre los poseedores (hispanos) y los antiguos dueños (indígenas) de las grandes extensiones de tierra y los linderos caminantes que se iban extendiendo en pro del crecimiento de sus haciendas y hatos, a costa de apropiarse de las tierras del indio, se vinculaba expresamente a la ambición y el egoísmo fundamentado en la “necesidad” insaciable de concentrar el poder social, político y económico en una o pocas manos.
La permanencia de tan conspicua actitud, llevó a concretar una figura jurídica como lo expresa Brito Figueroa 20 y lo confirma, al explicar el desarrollo de la propiedad territorial agraria en todas sus manifestaciones partiendo de una Merced de tierra, generalmente de límites imprecisos, o de la simple ocupación y sin documento legal alguno.
Los poseedores de tierras procedían a extender sus propiedades a costa de los suelos reservados a las comunidades indígenas y muchas veces apropiándose de tierras que estaban en manos de mismos españoles de menor rango y sin ningún poder, de los terrenos realengos o de los ejidos y baldíos. Basados en su poder económico, los amos de la tierra utilizaban el
De La Plaza, Salvador. 1973.Venezuela País Privilegiado.p. 10.
Brito Figueroa, Federico. 1979. Historia Económica y Social de Venezuela. Tomo 1. P. 87.
soborno, el cohecho y la intimidación, para que escribanos y componedores de tierras les otorgaran los títulos de propiedad o procedieran a la ampliación de los originales mediante el pago de los "derechos de composición".
Esto sin ninguna duda trajo como consecuencia dos grupos sociales entre los mismos españoles, unos basados en el poder económico y político que se manifestaba en que parecieran ser predestinados a dominar y obtener las riquezas producto muchas veces del saqueo y explotación de los aborígenes y luego de los esclavos negros en el proceso de producción agrícola y los otros (españoles o criollos) se caracterizaban por ser subalternos de los primeros funcionando la mayoría de las veces como cuerpos armados y entes administrativos bajo las ordenes del gran terrateniente o feudo.
Uno de los aspectos de poder más demostrativos que existieron en las haciendas de plantación y en los hatos ganaderos fueron sus infraestructuras físicas, entre las que se conseguían, en primer lugar, la iglesia factor coadyuvante del sometimiento subliminal a que eran sometidos bajo el temor de Dios los esclavos, indios y demás personal pertenecientes a éstas, los edificios administrativos, la casa grande donde habitaba el terrateniente y su familia, la caballeriza, en la periferia, las casas, ranchos o bohíos donde habitaban el capataz, personal administrativo, los peones, indios y los esclavos.
En este sentido la gran fuerza de trabajo estaba asegurada bien por las razones ya expuestas de la religión o por la vía de la violencia que controlaba el rendimiento y la producción esclava en las grandes haciendas (hacienda es sinónimo: de bienes, posesiones, y riqueza material) y de los hatos ganaderos, imponiendo el dominio sobre las fuerzas de trabajo, tierras, aguas, bosques etc., y sobre el mercado local y regional.
Por ese camino, los naturales de la América fueron perdiendo sus tierras y su poder de producción hasta llegar a constituir pequeños grupos incapaces de autoabastecerse, obligándolos a buscar el sustento de ellos y su familia en las haciendas y hatos, asegurando éstas la mano de obra barata, servil y suficiente que les permitió bajar los costos de producción a niveles ínfimos, logrando expandirse aún más hasta llegar a arrebatarles las tierras de cultivo pertenecientes a muchas poblaciones y comunidades blancas que llegaron a quedar dentro de las tierras de estas haciendas y hatos.
Este fenómeno, que se dio con mucha fuerza en el siglo XVIII, causo grandes enfrentamientos. Entre los pueblos afectados y los terratenientes “dueños” de las grandes estancias, originándose posiblemente los primeros encaros por la tenencia de la tierra en el nuevo mundo. Es muy importante dejar claro, que dichas luchas se dieron entre mismos españoles y blancos criollos que a falta de títulos de propiedad de la tierra buscaban defender sus bienechurías y acciones de los terrófagos de su misma raza. De allí se puede desprender que el avance y crecimiento de las grandes haciendas y hatos ganaderos hicieron aparecer el fenómeno del latifundio y por ende el del minifundio conformado por las pequeñas parcelas y, o conúcos.
Es evidente que en la sociedad colonial que se implanto en la América española, la estructura socio - política obedecía, a la configuración de un plano jurídico exclusivamente basado en principios y concepciones pertenecientes al sistema socio - económico feudalista europeo de esa época. Barnes, al hablar del feudalismo, considera que su desarrollo se fundamento en la destrucción de otro sistema social más primitivo. Estas razones contribuyeron de manera poderosa al desarrollo del feudalismo, en él, se integra el entrometimiento del extranjero europeo y de allí la importancia en el desenvolvimiento de éste.
El feudalismo fue una mezcla de elementos personales, económicos y políticos cuyo núcleo (feudo) estuvo en la gran metrópoli y desde allí se proyecto a la América española, donde el vasallo europeo, transmitía su feudo a cambio de definidas y bien reconocidas cotas de poder, obligaciones de carácter personal y militar que debía a su señor. Esa estructura no tan solo se mantuvo en el tiempo colonial sino que fue copiada y adaptada hasta bien entrado el siglo XX en muchas regiones de países como Venezuela, en especial, en las zonas llaneras y de los Andes venezolanos, donde existían hatos ganaderos y grandes haciendas de cacao, café, etc.
Allí, el “patriarcado” ejerció su autoridad absoluta, impartiendo su poder más allá de su propiedad. Por eso se destaca con mayor trascendencia histórica en la región andina - llanera, el problema de la tenencia de la tierra y la propiedad territorial. La dimensión espacial desempeñó una función muy relevante en la ideología del montañés y del llanero. Desde la época hispánica hasta el momento actual, éste ha sido un problema de significativa importancia, debido a que se trata de la evolución de la estructuración del espacio geográfico. En esa construcción, se han armonizado los hombres, con sus concepciones, con el momento que viven, con la interrelación social, en fin, con la dinámica histórica.
Quiérase o no los primeros instrumentos (capitulaciones, mercedes y repartimientos) acentuaron de hecho, el controvertido proceso de la tenencia y propiedad de la tierra en todo el nuevo mundo, reforzado más adelante por las composiciones, dando píe a uno de los fenómenos que más a perdurado y que más vicios a mantenido en el tiempo histórico – social, llegando al presente con la misma fuerza y las mismas artimañas causando variados conflictos de nunca acabar.
En Venezuela, después de la economía de subsistencia indígena, le sucede la economía agrícola colonial (1545 con la fundación de las primeras haciendas de plantación) mucho después, de haber llegado los colonizadores (1498) a nuestro territorio. De allí se desprende todo un proceso de dominación mucho más cruda y violenta que en el principio, en contra del natural y sus tierras, el afán de acaparamiento de buenos suelos aptos para proseguir el cultivo de rubros como el cacao, maíz, algodón, tabaco, etc., propios del sistema agrícola prehispánico, mantuvo a los invasores europeos ocupados; pues lo primero que buscaron fue arrebatarles a lo indígenas las tierras sembradas por estos y que le habían servido a los conquistadores para sobrevivir en los primeros años donde la minería era su principal motivo económico.
Al advenimiento y aparición de esta nueva estructura económica, la anterior (indígena) fue siendo desplazada e integrada a las grandes extensiones de tierras como parte de las haciendas de plantación que conjuntamente con sus métodos modernos de trabajo (nuevas herramientas y procesos) fueron arrinconando hasta sacar a los antiguos moradores, convirtiéndolos en simple apéndice de estas. Esto trajo una novedosa forma de producción y la aparición del fenómeno del "Latifundio (españoles) apoyados en los referidos instrumentos de las capitulaciones, mercedes, repartimientos, etc., y minifundio (indígenas) en los suelos venezolanos.
Desde allí se inicia con más fuerza la problemática de la tenencia y propiedad de la tierra en el norte y oriente del país, extendiéndose lentamente en el tiempo por todo el territorio. Arcila Farias, precisa este cambio económico cuando dice:
"Otro fenómeno que es necesario registrar es la coexistencia de la agricultura primitiva con la colonial. Comunidades indígenas subsistieron en la colonia, incluso protegidas en sus derechos, y llegaron hasta Producir para el mercado, además de proveer al consumo de los propios productores. Se produjo la Agricultura de conuco dentro y fuera de los linderos de la plantación colonial. Aún en nuestros días se encuentra esta última forma de cultivo, estimulada por el latifundio"
En esos términos, Arcila Farias, define el cambio estructural y el desplazamiento en el tiempo y en el espacio venezolano de las culturas primigenias por la cultura del recién llegado, "el conquistador", quien a partir de 1545, con el fomento del cultivo de plantación, deja su estatus de conquistador y se convierte en el colonizador del hoy territorio venezolano. Este fenómeno, se impone acarreando todos los elementos y controversias que trajo como consecuencia la implantación de métodos y prácticas aberrantes ya explicados en la problemática de la tenencia y propiedad de la tierra en la América española y en nuestro territorio del presente trabajo.
En ese cambio estructural, los primeros en sufrir en carne propia las consecuencias desdeñables y atroces del colonizador europeo, fueron los indios venezolanos que pasaron de ser antiguos dueños por naturaleza de las tierras cultivadas por ellos mismos a esclavos de estas, perdiendo todo derecho y potestad sobre esos suelos. Esto no fue todo, el sometimiento del indio por el colonizador constituyó el mecanismo más infame y sórdido que exista en la humanidad, llevándolos posteriormente al aniquilamiento sistemático de pueblos completos con la única finalidad de domarlos para ser esclavos, apropiándose de sus tierras que eran sumadas a las haciendas de plantación como un todo sin importarles el derecho de humanidad de estos seres.
No por llegar tarde a Venezuela el colonialismo europeo fue más benigno. La destrucción de las culturas indígenas en el territorio fueron tan inmisericorde como fue en México, Perú, Colombia y en el resto de la América; la destrucción implacable que se dio en el país constituyo el piso fundamental que dio inicio al "derecho de tenencia y propiedad" de la tierra en la colonia. Esta destrucción masiva del indígena repercutió en el tiempo en contra de los mismos exterminadores que al conseguirse sin mano de obra, les toco importar esclavos negros africanos para poder atender los grandes sembradíos de sus latifundios. Arcila Farias, dice que a raíz de la destrucción de la población indígena se dan los primeros pasos por la Corona española para tratar de contrarrestar los múltiples desafueros cometidos por sus súbditos; señalando lo siguiente:
"La destrucción de la población indígena afectaba la empresa de la colonización, y del convencimiento de esta situación surgió el régimen de la encomienda indiana. El establecimiento de este régimen en Venezuela tuvo lugar hacía 1545, tardíamente, según hace notar Arcila Farias (El régimen de la
encomienda en Venezuela, Sevilla, p. 5.) los indios reducidos eran puestos bajo una especie de tutela del Encomendero, evitándoles los malos tratamientos y los abusos que habían tan generalizados durante La etapa de la conquista. El encomendero contraía además, con la Corona la obligación de la defensa Militar, como en el régimen feudal"
Este mecanismo además, pretendía humanizar la vida del indio y su familia, "obligando" al amo español a guardar respeto y consideración ya no con sus esclavos sino con sus "encomendados" los indígenas, a cambio éste debía trabajar las tierras de la hacienda patronal por un termino de media jornada y la otra la utilizaba el indio en su propia labranza. Estas y otra obligaciones las expone Arcila Farias cuando dice:
"El encomendero, a su vez estaba gravado con obligaciones de índole fiscal y religiosa que implicaban cargas económicas: la media anata, pensión para la Infantería de Marina del puerto de la Guaira, limosnas de vino y aceite para los conventos, obras pías y un año de vacante. En la mayoría de los casos, la encomienda tenía una duración determinada, medida en términos de vida del encomendero y sus descendientes, y así se otorgaban encomiendas por dos, tres o más vidas; pero muy raramente a perpetuidad"
En cuanto al sistema de encomienda, su principio y fines se establecían al igual que en todo el nuevo mundo, desde la Corona Española, y su espíritu era el equivalente al mencionado por Arcila, sencillamente intentaba contrarrestar y aminorar el maltrato infame de que eran víctimas los indígenas por parte de los colonizadores. Esta metodología no incluía ningún derecho de propiedad de la tierra; bien es sabido, que para esos momentos (1545) la Realeza Española se constituía en la única dueña de los continentes descubiertos por ella, pues a eso se le hizo caso omiso, su legado tuvo muy poca efectividad siendo en gran parte desconocida por los que tenían la obligación de hacerla cumplir, y antes de constituir factor de equilibrio, se convirtió en elemento oportuno para el manejo proteccionista con que contó el colonizador español para seguir cometiendo toda clase de abuso y seguir ampliando las nacientes haciendas de plantación ubicadas en su mayoría en el centro - norte y oriente de Venezuela.
La tenencia y propiedad de la tierra en la Venezuela colonial, se empieza a encubar desde el mismo momento en que el español transgrede la ordenanza Real, basada en uno de los primeros mandamientos como fue la encomienda. Lo que si se debe tener claro sobre la encomienda es que como sistema, jamás incluyo la propiedad de la tierra en su metodología; al contrario su espíritu formaba parte de criterios fundamentados en el sistema económico feudal, que imperaba para esos momentos en España. El Feudo como núcleo social, imponía un estado único de propiedad de la tierra junto con su producción, el vasallo dependía directamente de él, y bajo el manto de su poder se acogía conjuntamente con su familia. Barnes, al tratar sobre ese tema, dice:
"El patrocinium y el comitatus se combinaron en la institución de la encomienda (commendatio) para constituir el vasallaje del feudalismo medieval, que no sólo envolvía protección, sino también obligaciones militares. Desde el punto de vista económico, comenzó con el precarium romano.
Consistía éste en que los hombres libres sin protección entregaran sus tierras u otras propiedades Al señor local para que, con este incentivo material, les otorgase su ayuda" . La diferencia, entre el vasallo del sistema económico feudal de Europa y los vasallos que conquistaron a la América, fue, que estos últimos al verse libres del tutelaje de sus feudos quisieron imponer sus propias normas y conceptos en las tierras del nuevo mundo, aplicando metodología nada ortodoxas, basadas en el asalto, el cohecho, el crimen y la explotación del indio; con la única finalidad de conseguir y concentrar sus más oscuros intereses. En venezuela, particularmente se dio en principio, con la explotación del indígena en la minería, luego la esclavisación del indio y la comercialización de éste a las Antillas y España, hasta convertirlos por último en la fuerza de sangre conjuntamente con la del esclavo negro para la producción agrícola colonial determinada en la hacienda de plantación y en el hato ganadero (latifundio).
En Venezuela, la merced de la encomienda se obtenía en principio como ya se dijo, desde la Corona española, más tarde los Cabildos asumieron tal responsabilidad, y por medio de esta merced se le otorgaba al encomendero (colonizador español) las tierras, los indios y las riquezas en ella habidas para su "protección y cuidados", entrando en ello, todas las disposiciones y mecanismos de producción, administrativos, de impuestos etc., que desde España se imponía como norma jurídica y que había que cumplir. Este beneficio (la merced de la encomienda), según Brito Figueroa, fueron considerados por los encomenderos como beneficio plusproducto creado por sus encomendados, aportando las bases para el Barnes Harry Elmer. 1973. Historia de la Economía del Mundo Occidental. Unión Tipográfica Editorial
Hispano Americana. México. P. 116. desarrollo de una categoría social de propietarios que se orientaron hacia el monopolio de la tierra y demás condiciones naturales de la producción.
Esta tardanza, no fue casual, pues desde mediados del siglo XVI, dichas tierras fueron visitadas por grupos expedicionarios formados por españoles provenientes unos desde el Tocuyo en Venezuela (Alonso Pérez de Tolosa. 1545) y otros desde Pamplona, Colombia (Juan Rodríguez Suárez y Juan de Maldonado 1558), que lo hicieron en primer momento en búsqueda de minas y otro tipo de riquezas que al no hallarlas perdían el interés en ellas. La dinámica comercial que se habrío después de la
fundación de el Tocuyo en 1545 en Venezuela y Pamplona en 1548 en Colombia forzó, a la búsqueda y construcción de caminos obligando con el tiempo a desarrollar estancias, puntos de descanso, haciendas y hatos a lo largo no tan solo de estas dos ciudades sino entre otras ciudades y estas; como Barinas, Apure, La grita, Mérida, El Socorro, Tunja, Bogotá etc.
Trayendo consigo, el proceso de la tenencia y propiedad de la tierra, que aunque tardía no dejó de ser menos violenta que la del resto del país. Estos indicadores, propiciaron y mantuvieron por mucho tiempo graves discrepancias entre estos dos países, ejerciéndose desde el Virreinato de Santa Fe de Bogotá, un tutelaje sobre la región andina, Zulia y Barinas por más de dos siglos (XVI – XVII – y mediados del siglo XVIII) que permitió que la problemática de la propiedad territorial de estas zonas venezolanas se dirimieran desde Santa Fe, estableciéndose, un fenómeno único de tenencia y propiedad de la tierra que permanece vivo en gran parte de estas regiones, en especial el caso estudio "El Gran Globo del Uribante", situado al Suroeste del Estado Táchira, y que hasta el presente mantiene la diatriba de la problemática de la tenencia de la tierra en su más empinada dinámica como es el caso de la "Comunidad Morales".
En definitiva, el haber dilucidado, ciertamente, los principios y fines de la encomienda como método de "trabajo" y habernos paseado por sus orígenes, no la excluye del comportamiento que se le dio aquí en la América y en Venezuela. Cuando Arcila Farias, comenta sobre los ingredientes de la tenencia y propiedad territorial agraria venezolana, señala a la encomienda, proporcionándonos un elemento de juicio para definir como fue utilizado este sistema económico feudal en nuestro territorio. Y además lo sustenta cuando dice:
"Desde luego, la encomienda como la esclavitud fueron medios de acumulación primitiva de capital. Por otra parte, ocurriría con alguna frecuencia, que la propiedad territorial de los encomenderos Creciera a costa del despojo de la propiedad de los indios encomendados, como pudo ocurrir, p. ej., En el valle de Chuao. En conclusión, puede señalarse que si bien la encomienda y la propiedad eran Derechos distintos, existía una complementariedad entre ellos, en virtud de las necesidades de la explotación agrícola, Ya que durante mucho tiempo la única fuente de fuerza de trabajo para los Hacendados consistió en la población indígena bajo encomienda o enfeudada. La transmisión de la Propiedad territorial, sin embargo, no podía conllevar, por lo menos jurídicamente, la de la encomienda"
Es así, y por tanto consideramos, que el fenómeno de la tenencia y propiedad de la tierra en Venezuela y el Táchira, tuvieron su principio, en primer lugar en la invasión, el despojo y sometimiento de los antiguos moradores del territorio. Y que el primer argumento utilizado para reafirmar la "la tenencia y propiedad de la tierra" fue las capitulaciones, la merced y el repartimiento otorgada por medio de la "encomienda". En este indicador, se consigue inmerso las tierras pertenecientes al Estado Táchira, y por ende a las tierras del "Gran Globo del Uribante", donde persiste tal problemática y se mantiene con toda la fuerza inicial sumada a las contradicciones e intereses de los tiempos actuales. En segundo lugar, la fundación de pueblos y ciudades que llevo a introducir otros mecanismos tales como: la composición, donde se concentro el inicio de la urbanización y desarrollo de las actuales ciudades venezolanas.
Las capitulaciones como mecanismo de la Tenencia y Propiedad de la Tierra en Venezuela.
Bajo la potestad de la Corona Española, y con el advenimiento de la conquista del nuevo mundo, los inmensos territorios del continente Americano descubiertos por España, trajeron como consecuencia la inmediata necesidad, de organizar y proveer a sus súbditos de tierras que les garantizara su estadía en esos lejanos parajes. Desde esos momentos, la metrópoli española, implemento los primeros dispositivos que condujeran a solventar el derecho que por conquista tenían los hombres que junto a Cristóbal Colón habían conquistado a ese basto territorio. Brito Figueroa, manifiesta que uno de ellos estuvo presente con las capitulaciones, y refiere lo siguiente:
"Desde los primeros años de la conquista el Estado Metropolitano se orientó a fundamentar ese derecho de propiedad territorial; la Real Provisión dictada el 10 de abril de 1495 ordenaba que los expedicionarios tuvieran " para si e por suyo propio e para sus herederos, o para quien de ellos oliere cabsa, las casas que fizieren, e las tierras que labraren, e las heredades que plantaren, sigund que allá (...) es serán señaladas tierras e logares para ello", cuya propiedad absoluta adquirirían después de un periodo de ocupación y residencia que oscilaba entre cuatro, cinco y hasta ocho años. De acuerdo con esa doctrina Cristóbal Colón fue autorizado el 22 de julio de 1497 para repartir entre cada uno de los vecinos de la Española" .
No obstante, dice Brito Figueroa, la entrega de las capitulaciones, no fueron tan apegadas a los principios de la Corona, ya que algunas de estas se otorgaron sin el requisito de la residencia. Y pone de ejemplo, que el 1° de febrero de 1504, Juan de la Cosa obtuvo el privilegio de vender y arrendar, sin aquella condición, las tierras adquiridas por derecho de conquista; al igual sucedió con otros conquistadores que fueron beneficiarios de las capitulaciones y que Brito Figueroa señala cuando dice:
"(...) Privilegios similares les fueron concedidos a Alonso de Ojeda, en 1508; en una capitulación fechada en 1515, se ordenaba al descubridor que de las tierras repartidas "pudieren gozar las personas a quien le repartiéredes, según y de manera que lo podrían gozar si en estos Reynos lo heredasen, e ovieren por justa subvención de sus patrimonios y que como tal pudieren hazer de ellos lo que quieran".
En la capitulación firmada en 1520 con Bartolomé de las Casas, destinada a colonizar el Oriente Venezolano y con la aspiración de desarrollar "un régimen económico distinto del basado en repartimientos Y encomiendas" se observa que se apela a un nuevo tipo de argumento para justificar la propiedad de la Tierra"
En todo caso, este mecanismo al igual que los que le antecedieron, poco sirvieron para frenar el apetito voraz del terrofago español en estas tierras de la América española. Y uno de los afanes del colonizador, era el de seguir descubriendo tierras dentro de los inmensos territorios conquistados con el único deseo de poder adjudicarse grandes extensiones de suelos fertiles, bien para la agricultura o para la ganadería como paso en Venezuela con la ocupación de los llanos centro – occidentales, Barineses y apureños; logrando con el tiempo hacerse a ellas por vía de los repartimientos, encomiendas, capitulaciones y las composiciones, cada una de ellas en su momento fomentaron e hicieron posible la tenencia y propiedad de las tierras tomadas bien por asalto o en consecuencia aquellas producto del trabajo doctrinero que hacían los curas con los indios habitantes de estos suelos "ablandandolos" y sometiéndolos por medio de la religión y que el conquistador aprovechaba para hacerse de estos, sin mayor esfuerzo fundando grandes hatos y haciendas cuya mano de obra era fácilmente cautiva y controlada por los frailes que servían de punta de lanza a los, colonizadores españoles.
Otra forma fue el derecho de posesión que la Corona impartió en el nuevo mundo, siendo estrictamente reglamentada por ésta, y que sirvió a la fundación y poblamiento de ciudades, la que mayor vigencia tuvo, vigilada y resguardada celosamente por la Corona y sus representantes. En esta vía podemos observar la metodología que se utilizó para tal fin en toda la América española y en especial en Venezuela recopiladas en el ‘Proyecto Ven II” y que dice lo siguiente: “ya hemos visto al tratar del trazado de las ciudades el orden que seguía en la asignación de tierras: primero para las Iglesias, plazas y calles; segundo, para edificios públicos y “propios de la ciudad” y ejidos: tercero, se repartía “por suerte a los pobladores; y finalmente, “las que restaren quedan para ser merced de ellos a los demás que fueran a poblar, o lo que la nuestra merced fuere”.
En este sentido, y en consecuencia la regulación estaba sujeta a Reales Cédulas como la del 14 de Noviembre de 1507, donde al Rey se le informaba el repartimiento de solares tanto a labradores como a la gente común como a otras personas principales; y por haber sido estos causa de que no se hicieren buenos edificios, ordenaba que en “adelante los dichos solares que se señalaren e dieren sean moderados a calidad de las personas Proyecto Ven. II. 1971. Urbanización en Venezuela. p.50. e dando a cada uno conforme a lo que nos pareciere que merece o pueda tener e oviere menester”.
Siguiendo lo pautado por la Corona, en la Ordenanza 103 se establecía que los Gobernadores debían otorgar tierras a los pobladores en la cantidad que estos se obligaren a edificar, con tal que no se dieran más de cinco peonías a los soldados de infantería ni más de tres caballerías a los soldados de a caballo. Esto condujo en principio a mantener un cierto control por parte de las autoridades coloniales para que se cumplieran dichas decisiones haciéndose con el tiempo harto difícil mantenerlos ya sea por motivos “políticos”, “personales”, o por la falta de hombres que se ocuparan de ello, por tanto tuvieron que hacerse a la vista gorda dejando proceder a su libre albedrío aquellos poseedores de tierras que basados en el predominio político y económico aumentaron de manera desproporcionada sus linderos, bien sea para aumentar sus cultivos, bien para aumentar y concentrar población (indígena) para su servicio o simplemente para concentrar aun más el poder personal y político que esto conllevaba.
Es muy importante insistir en que las fundaciones de pueblos y ciudades en la América, se mantuvo estrictamente apegada a las ordenanzas de la Corona española, ellas se llevaron a cabo por vía de las capitulaciones y los acuerdos pautados entre la metrópoli y los gobernadores de las provincias ya existentes en el nuevo mundo, dándosele dicha responsabilidad a hombres experimentados pertenecientes estos al poder militar y civil de la Corona en la América colonial. Von Wobeser al referirse a la metodología que se siguió en la fundación de pueblos y villas coloniales explica lo siguiente:
“Después de haberse elegido el lugar para el nuevo centro de población, se delimitaba una extensión de tierras adecuada para dehesas y ejidos, otra para propios y el resto se dividía en cuatro partes, de las cuales una eran para el que había obtenido la capitulación y los tres restantes para suerte igual que se repartían entre los pobladores. (...) Se diseñó un modelo para la traza de las villas y los pueblos que tenía como centro una gran plaza con la iglesia principal y los edificios administrativos, y a partir Von Wobeser, Gisela. 1989. La Formación de la Hacienda en la Época Colonial. Universidad Nacional de México. México. P. 14 - 15. de dicho centro, hacia “los cuatro vientos”, se disponían las calles en forma simétrica, formando ángulos rectos. Sólo en aquellos sitios donde las condiciones geográficas constituían un impedimento, como Por ejemplo en las zonas montañosas, este esquema no se respetó, siguiendo las calles y las casas el curso dictado por el capricho de la naturaleza”.
Estas reglamentaciones para el poblamiento se cumplieron en casi todas las colonias que España tenia en la América, al igual que las Ordenanzas para el proceso de fundación que frenaban las aspiraciones de los conquistadores por hacerse fundadores de pueblos y ciudades sin permiso de nadie cosa que estaba prohibido so pena de muerte, como fue el caso de Juan Rodríguez Suárez y la fundación de Mérida en 1558 que sin autorización alguna ejerció esa tarea poniéndose en contra y rebeldía de las decisiones de la Corona. Esto le acarreo graves problemas con el Virreinato de Santa Fe de Bogotá quienes dieron orden al Capitán Juan de Maldonado para que lo arrestara y lo devolviera a este Virreinato cuestión que fue cumplida cabalmente por éste.

Modos del Uso de la Tierra a partir del Latifundio y Minifundio en Venezuela.
Todos los sistemas agrarios que fueron implementados por la Corona española en el territorio venezolano desde que se inicio la colonización, fueron aplicados bajo un control férreo pautado desde el sistema económico de la época feudalista; estos criterios o mandamientos de la Corona, se limitaron a formar las unidades de producción que les asegurará al máximo el mercado de exportación de aquellos rubros de mayor consumo a nivel mundial, sin importarle los medios que se utilizaran para el logro de tal fin. Estos sistemas fueron puestos en marcha con la implementación de las dos unidades latifundistas de producción agrícola y pecuario sostenido en la hacienda de plantación y en el hato ganadero desde donde manejaron, las disposiciones de control de la tierra indígenas, emanadas desde la metrópoli (España) aplicándolas a su libre albedrío y en su beneficio particular para así poder justificar de manera "legal" la rapiña, la invasión y la apropiación indebida de las tierras de los indígenas venezolanos que dio como resultado la tenencia de la tierra; que con el tiempo se convirtió en "propiedad de la tierra".
Se puede decir, que desde la aplicación de la encomienda, se produjo toda una serie de mecanismos que llevaron a concentrar aun más los grandes espacios geográficos que el conquistador español había arrebatado a los originales habitantes de Venezuela. No porque así lo decidiera la Corona; por el contrario la aplicación de éste método llevaba intrínseco el frenar el asalto, la barbarie y la apropiación indebida que hacían estos españoles contra los indígenas, sus conúcos y su producción agrícola; más se hizo caso omiso y se convirtió en un instrumento que al tiempo fomento lo que iba a ser más adelante la gran "propiedad de la tierra". Rojas de Lo Porto, al comentar el inicio de la propiedad agraria dice:"En las encomiendas se encuentra el gérmen de la propiedad privada. Sin embargo, ciertos investigadores señalan que, la encomienda aún cuando no dio origen directamente a la propiedad privada de la tierra el encomendero tuvo el derecho, por título de gracia o de compra, a adquirir tierras fuera de las encomiendas- es evidente que la violencia de la apropiación fue un proceso que la colonización desencadenó para someter la población indígena a quien se les excluyó del acceso a la tierra, y en esta situación, la propiedad agraria va a dominar la estructura de la producción agrícola".
Ese fue el inicio, también no fue la única, pues las mercedes Reales como instrumento dieron aun más que la encomienda posibilidades al conquistador para asumir el "derecho y la autoridad" para avasallar y destruir a pueblos enteros en pos de arrebatar la tierra para luego convertirla en parte de su latifundio (hato – hacienda de plantación). Las mercedes sirvieron de vehículo tanto a los colonizadores como a la iglesia para justificar la apropiación indebida de territorios donde habían asentamientos de pueblos indígenas como los ubicados en los llanos apureños, barineses etc., donde por un lado la iglesia "amansó" con el evangelio y por otro el conquistador arrasó a pueblos enteros.
Bajo estas condiciones se va estructurando la cultura agraria venezolana, a la vez, aparecen rasgos muy bien definidos que nacen precisamente con la consumación de la esclavitud y en la aparición del salario, las tiendas de raya y el peón de hacienda o hato, que traen nuevas formas y nuevos instrumentos como son: la aparcería, la medianería, los arrendatarios y los conuqueros entre otros van a darle mayor presencia a los grandes latifundios y seguridad a sus linderos; unas veces por las mejoras que introducían con su trabajo estos hombres y sus familias y otras por la vigilancia que existía en el compromiso pautado con los presuntos dueños y quienes tenían que trabajar sus tierras apegados a las cercas divisorias colindantes de la hacienda y, o, del hato ganadero.
Rojas de Lo Porto Blanca. La Estructura Agraria Venezolana. Ensayo de Análisis En La Región Central de Venezuela. 1981. UCV. Instituto de Economía Agrícola y Ciencias Sociales. Maracay. p27.
La aparcería y la medianería, fueron algunos de los sistemas que sustituyeron al método esclavista que predominó en la época colonial. Bajo esta estructura se disfrazó el derecho y la individualidad del hombre campesino, aun más antes de sentirse libre de ataduras, el peón de hacienda o del hato ganadero, adquiría compromisos con el patrón que los llevaba a convertirse de nuevo en esclavos de estos; ya no por la potestad de "propiedad" que el latifundista tuvo sobre ellos, sino por las deudas que el campesino adquiría con éste y que estaba obligado a pagar con el producto de su trabajo, al cual jamás podía cumplir por cuanto la deuda no paraba de crecer y la producción jamás alcazaba para cancelarla.
Una de las formas de atar al medianero y al aparcero al latifundista de por vida (mucha veces esto lo heredaban los hijos) fue la creación de las llamadas pulperías o tiendas de raya, donde estaban obligados a asistir para adquirir los comestibles y demás artículos de manutención para sus familias; esto llevaba inconfundiblemente a mantener un endeudamiento de nunca acabar con el dueño de dichos abastos que no eran otros que los propios dueños de haciendas o hatos, además, el nombre de tiendas de raya no es por casualidad, pues este se debe a la forma de llevar las cuentas en estos negocios con los acreedores, que era marcando sobre una tabla o papel la deuda con ciertas "rayas" que según su tamaño representaba la deuda y desde luego eran guardadas muy "celosamente por sus dueños", quienes hacían crecer sus interese descomunalmente para mantener a estos "socios" siempre dentro de sus predios.
De La Plaza, refiere que tanto la aparcería como la medianería actúan siguiendo conductas muy parecidas, siempre en beneficio del terrateniente y nunca para favorecer al campesino, y dice: "El 'aparcero' tenía que entregar al propietario de la tierra parte de la cosecha que recogiera –el 1/3, la 1/2 o el !/4- según la región o si el propietario suministraba semillas o bestias de labor. Mediante el 'contrato de medianería', verbal o escrito, el propietario de la tierra entregaba al 'medianero' un lote de montaña para que lo talara y sembrara de cacao o café, con la condición de que las matas que fueran sembradas se repartieran de por mitad al estar en producción obligando al medianero a vender las suyas al propietario de la tierra a su requerimiento, y a realizar, como también los 'aparceros', por exiguos salarios, las labores que en el fundo les fueran encomendados".
De La Plaza Salvador. El Problema de la Tierra. 1976. Volumen V. UCV. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Caracas. pp49-50.
Con la presencia, de ésta metodología, el propietario de la tierra o latifundista lograba introducir nuevas mejoras y bienechurías a sus predios, muchas veces utilizaban a estos mismos hombres (medianeros o aparceros) para que invadieran tierras fuera de sus linderos y por supuesto que no eran de él, haciendo que las trabajaran y luego las anexaban a sus dominios. En los términos sociales, el hacendado o dueño de hato (esto se dio con frecuencia en los llanos y andes venezolanos), hacían todo lo imposible para mantener y a la vez hacer crecer la fuerza de trabajo en sus tierras, llegando con estos métodos a lograrlo, y si no, preñaban a las mujeres del servicio con la finalidad de que los bastardos fueran sus obreros constituyendo con esto una forma de coerción por medio de la sangre.
Asumir que esto quedo en el pasado, es sencillamente un engaño. No es que todo siga igual, la tenencia y uso de la tierra, en la actualidad responde a infinidad de criterios distintos, muchos de ellos a los pautados en la época republicana; pero en esencia muy poco han variado en sus intereses, pues el principal ingrediente permanece inalterable como es el caso del poder económico, social y político que produce el ser propietario latifundista. Razón por la cual, antes de desvanecerse se mantiene con mucho vigor ante los planteamientos de la actual Reforma Agraria (5 de marzo de 1960) que ha servido de instrumento para mantener los grandes latifundios y crear otros tantos como los situados en la Reservas Forestales del Occidente de Venezuela (Caparo, San Camilo, Turen y Ticoporo).
http://209.85.215.104/search?q=cache:45mn8KUkZywJ:servidor-opsu.tach.ula.ve/ascen_acro/maldon_h/cont/capitulo_2parte2.pdf+las+haciendas+de+cafe+y+cacao+en+ejido+merida+venezuela&hl=es&ct=clnk&cd=15&gl=ve


Aunque en la hacienda hubo casi siempre un cultivo principal, se practicaron otros complementarios de menores proporciones; tampoco faltaron las actividades vinculadas a la ganadería. En las haciendas cañeras, por ejemplo, era frecuente el cultivo del café y, en las de café, el cultivo de la caña de azúcar. El cultivo del café se hacía en laderas colinosas no aptas para la caña; por lo tanto, fue la configuración del terreno la que, en última instancia, determinaba las superficies a cultivar y establecer el tipo de cultivo. En las haciendas de cacao también hubo frutales menores. Los tres tipos de cultivo, caña, cacao y café, son los que motivaron al hacendado la construcción de una casa residencial con todas las dependencias de servicios, talleres, depósitos, establos, trapiches, patios, y espacios para procesar y almacenar las cosechas. Hubo, naturalmente, otros tipos de haciendas menores, principalmente en el área andina, dedicadas al cultivo simultáneo de trigo, papas, maíz y frutales.
http://www.analitica.com/art/1999.06/habitat/00007.asp


En la organización y desarrollo de la hacienda y la agricultura en las áreas de impacto del páramo de Los Conejos en la Sierra La Culata es necesario revisar los procesos socio-históricos que se desarrollaron en estos lugares en el período prehispánico que son base para la organización de la hacienda que es trasplantada de España a Hispanoamérica. Varios cultivos autóctonos generan las grandes haciendas en Venezuela, en el caso de Mérida ocurre lo mismo, que se repite en las áreas de influencia del páramo de Los Conejos, es el caso del cacao y el tabaco.
La agricultura en la antigua gobernación de Venezuela se desarrolló a partir de los productos indígenas que hallaron en estas tierras los primeros pobladores españoles. El principal, por ser el más común y de mayor abundancia, el maíz, que constituyó la base de la alimentación no sólo de los nativos, sino de los mismos europeos que lo apreciaron desde el primer momento; adaptándose a su empleo en las distintas formas que solía usarse a manera de pan, y en adelante se constituyó en el fundamento de su dieta, tal como ocurrió en el resto de América, de donde fue llevado prontamente a Europa. En las primeras expediciones emprendidas por los Welser desde Coro, a partir de su arribo en 1529, encontraron plantaciones y aun grandes depósitos de maíz, como el que describe Jorge Spira en 1535 en un pueblo indígena al pie de la cordillera, con más de 1.500 fanegas (70.000 kg aproximadamente). Otro de los productos que entraron inmediatamente en la dieta de los descubridores y conquistadores, fue el casabe obtenido de la yuca (Manihot utilissima). El desarrollo de la demanda hizo pronto insuficiente la producción local, pues en el Primer libro de la Hacienda Pública aparecen 2 registros por un monto de 70 cargas introducidas en Coro en 1534, evidentemente procedentes de regiones costeras muy próximas, pues a corta distancia de Coro había plantaciones. Otros 2 productos que encontraron los europeos en Venezuela y que más tarde adquirirían gran importancia en los mercados continentales y sobre todo de Europa hasta nuestros días, fueron el algodón y el tabaco. El primero se daba silvestre y con su fibra los indígenas fabricaban los toscos paños que les servían «Épara cubrir sus vergüenzasÉ», y un artículo de uso doméstico que más tarde tendría también por parte de los españoles un uso muy común y difundido: la hamaca. Al principio quedó limitado a los bosques naturales, pero cuando la industria textil europea generalizó el empleo del algodón americano, surgieron las nuevas plantaciones y la aplicación de métodos modernos para su cultivo e industrialización de la fibra. Sin embargo, el fruto más importante y sobre el cual se fundó toda la economía colonial venezolana, fue el cacao (Theobroma) que según diferentes testimonios, siendo oriundo de América, existió silvestre en algunas regiones de Venezuela. Los primeros pobladores españoles encontraron abundantes arboledas en la región de Mérida, cuyos aborígenes extraían del grano aceite para encender lámparas votivas en homenaje a sus dioses, atribuyéndole también cualidades medicinales; pero también preparaban la conocida infusión que tomaban endulzándola con miel de abeja.
A los anteriores productos originarios de América y particularmente del suelo venezolano, se agregaron desde muy temprano los de origen europeo, que hallaron en el medio físico local condiciones para su desarrollo, integrándose a la economía agrícola colonial introducidos y desarrollados por los primeros pobladores españoles. Entre esos productos citaremos como principales el trigo y la caña de azúcar. Plantaciones de trigo se hicieron primeramente en El Tocuyo, desde donde se extendió a las regiones vecinas trascendiendo a Trujillo y sobre todo a la provincia de Mérida donde alcanzó relativa extensión, pues desde ahí se extrajo para el Nuevo Reino de Granada. Pasó hacia el tercio final del XVI al valle de Caracas y zonas inmediatas, al punto de regarse cosechas abundantes que abastecieron a Cartagena de Indias y a casi todo el Caribe insular, alcanzando su comercio el primer lugar en la década final de ese siglo y sobre todo en el primer quinquenio del XVII, en el que alcanzó el 63% del valor de todas las exportaciones de Venezuela. Posteriormente declinó bajo el impacto del comercio del cacao, a partir de la tercera década, aunque se conservó como parte de la economía de subsistencia de relativa importancia, con una demanda local cada vez mayor. Paralelamente al trigo, se desarrolló el cultivo de la cebada, aunque ésta no alcanzó un desarrollo significativo. La caña de azúcar no aparece citada en las relaciones de 1578; sin embargo debió haber sido introducida posteriormente, en la década final del siglo XVI, pues hay extracciones de azúcar en el quinquenio de 1601-1605, montantes a 343 arrobas; las plantaciones debieron desarrollarse con extrema rapidez, pues en el quinquenio siguiente de 1606-1610, el valor de la extracción pasó de 11.600 maravedís a 235.000, y en el quinquenio de 1616-1620 alcanzó a casi 2.000.000 de maravedís. A partir de esa fecha comenzó a declinar la exportación hasta desaparecer enteramente, pues el consumo interior absorbió toda la producción y los agricultores por su parte, perdieron interés en este cultivo, volcándose hacia el del cacao que hacía mucho más rentable el empleo de la mano de obra esclava ocupada en los cañaverales y trapiches. La economía agrícola colonial americana y en este caso la de Venezuela, tuvo su principal fundamento en las especies aborígenes, que constituyeron el más valioso aporte a la civilización occidental, además del efecto motor de las grandes remesas de metales preciosos que aceleraron la actividad mercantil y en particular la economía monetaria. Las grandes plantaciones de caña de azúcar ocurrieron en el siglo XVIII, estableciéndose en el área insular del Caribe que recibió un tratamiento prioritario por parte de España, lo que permitió el gran desarrollo de la industria azucarera. Otros cultivos foráneos, entre ellos el café, llegaron a Venezuela y en general a América muy tarde, correspondiendo su desarrollo mercantil a la segunda mitad de ese siglo. El añil fue introducido también en las postrimerías del régimen español y tuvo una vida precaria y corta por el advenimiento del colorante químico. No sucedió lo mismo con los cultivos frutales, en los que se advierte la más apreciable contribución de España y de otras culturas europeas. En las relaciones geográficas de mediados del siglo XVI, se citan como frutas nativas, el aguacate, la guayaba, mamones, la guama, la piña, guanábana y uvas de la mar; los totumos, aunque no servían para la alimentación, sí se usaban como vasijas y para proteger partes delicadas del cuerpo; plátanos, el mamey, el corozo y la cañafístola, además de los frutos del cactus y de las palmeras, y muchos otros silvestres. Procedentes de España, las relaciones de 1578 citan otras frutas, tubérculos, granos y foliáceas, además de otros productos ya citados: garbanzos, habas, cebollas, lechugas, rábanos, berenjenas, coles, nabos, perejil, hierbabuena, anís, ajos, cilantro, berros, mostaza, eneldo, melones, pepinos, hinojo, el mastuerzo, la manzanilla, el arroz; uvas de parra de las que recogíanse 2 cosechas al año, aunque sólo para comer, pues no llegó a fabricarse vino, que se traía abundante de la metrópoli; higos, granadas, limas, limones, cidras; llantén, verdolagas, albahaca, cominos, orégano, zanahorias. Y flores de todos colores y clases, entre ellas rosas y claveles de Andalucía. En los bosques había abundancia de grandes árboles que daban excelentes maderas, entre ellos cedros de 2 a 3 géneros, muy gruesos y olorosos y «Éhácense de ellos mesas, arcas y puertas y es el mejor árbol silvestre que aquí hayé» Muchos nogales y almendros y robles «Éque sirven de vigas para casas y son recios y buenosÉ» Las ceibas de las que «Élos naturales hacen canoas»; y el guayacán. El jobo, que además de la fruta como ciruela, se utilizaba también en la fabricación de esas pequeñas embarcaciones. Al llegar a su término el primer siglo de la presencia española, los productos de la agricultura que Venezuela exportaba con destino a España, Cartagena de Indias, Canarias y territorios insulares del Caribe, alcanzaban una variedad de 13 especies, que añadidas a los derivados de la ganadería, a los tejidos y la sal, componían un cuadro de 28 efectos. Pero en el curso de la primera mitad del siglo XVII ese amplio espectro del comercio foráneo se redujo aceleradamente y ya en 1650 dominaba casi absolutamente el cacao con el 78,5%, siguiéndole los cueros con el 19,1%. Los demás productos habían desaparecido; sólo quedaba el tabaco, apenas, el 0,4%; la zarzaparrilla, el 1,5% y un poco de harina de trigo, el 0,1%. Al finalizar el siglo XVIII ya era firme la posición del café que disputaba al cacao el primer lugar, y nuevamente el cultivo del tabaco había tomado impulso al amparo del estanco que difundió en Europa el tabaco Barinas haciéndolo famoso, por su calidad el primero, seguido del Guaruto en las proximidades de Valencia aunque destinado sólo al consumo interno de la gobernación y de los dominios hispánicos.E.Ar.F.
Siglo XIXDurante este siglo, la agricultura venezolana reafirmó rasgos que ya se advertían desde la segunda mitad del siglo XVIII, entre los cuales cabe destacar: la vocación monoproductora, su orientación predominante hacia el mercado externo y su dependencia de éste, así como las dificultades para mantener rendimientos crecientes. Circunscrito a un ámbito geográfico de escasas proporciones en relación con la disponibilidad de tierras, para la primera década del siglo XIX la agroexportación afianzó su predominio en el cuadro de la producción, bajo el liderazgo del cacao y con la participación de otros bienes, como el tabaco, el café, el añil y los cueros de res. Con la desorganización de la base productiva como consecuencia de la Guerra de Independencia, esta expansión se frenó y la agricultura entró en una situación de estancamiento de difícil y lenta superación hasta los años de 1870, cuando, al atenuarse los factores críticos, se produjo una nueva expansión de la producción que mantuvo su impulso hasta el cierre del siglo. Aunque al redefinirse la agroexportación, esta vez bajo el predominio del café, se amplió la frontera agrícola, la persistencia de la carencia de capitales y de la escasez de mano de obra contribuyeron a mantener sin muchos cambios las formas de producción. El latifundio se consolidó como el patrón fundamental de organización del espacio agrario, pese a que la producción familiar amplió su alcance geográfico y su importancia en la actividad para el mercado externo.
La producción en la primera década:Entre 1800 y 1810, el cultivo del cacao continuaba en ascenso alcanzando mayor importancia en la provincia de Caracas, seguido muy de lejos por las de Maracaibo y Barcelona y finalmente por la de Cumaná·, de incorporación tardía. Alejandro de Humboldt estimaba que durante el período 1800-1806 la producción de cacao de la capitanía general de Venezuela era de 193.000 fanegas, a la cual las provincias contribuían en 77, 10, y 2% respectivamente. El cacao superaba con mucha distancia a otros bienes de exportación que, incorporados en un momento más reciente, parecían abrir mejores opciones frente a las desventajas que presentaba dicho producto. A juicio del mismo Humboldt, los problemas residían en la rápida descomposición del fruto y las dificultades para almacenarlo más allá de un cierto tiempo, así como al largo período entre siembra y cosecha. Asimismo, François Depons destacaba el constante ataque de insectos, aves y otros animales y los bruscos cambios climáticos. A pesar de ello, la producción de otros cultivos, aunque creciente, se mantuvo en niveles limitados, obedeciendo sobre todo a las condiciones del mercado y a las políticas metropolitanas. Bajo los auspicios de la Compañía Guipuzcoana desde la década de 1770, el añil se había extendido particularmente en los valles de Aragua impulsando el crecimiento de Maracay, La Victoria y Turmero. Sin embargo, su auge cesó rápidamente y en la última década colonial ya era notorio el decaimiento de su cultivo que Humboldt atribuía al empobrecimiento de los suelos ocasionado por la planta, a las dificultades de su comercio por las guerras y a la competencia de la producción asiática. El algodón, que se exportaba desde la década de 1780, se cultivaba principalmente en los valles de Aragua, aunque también se había expandido hacia las provincias de Maracaibo y Cumaná. En la década siguiente, el café comenzó a cobrar significación favorecido por ciertas medidas de liberación de su comercio. Su mayor rentabilidad comparada con la del cacao y su adaptación a tierras hasta el momento sin valor económico, contribuyeron a difundir rápidamente su cultivo en los valles de Caracas y Aragua, así como a intentarse en otras zonas del país. El tabaco, a pesar de su importancia fiscal, seguía teniendo escasa presencia en las exportaciones y, sometido al control del Estado, su cultivo se localizaba en determinadas zonas en las provincias de Barinas y de Cumaná. Aunque la caña de azúcar se encontraba bastante difundida en el espacio agrícola, se destinaba mayormente al consumo interno con exportaciones ocasionales y de escasa magnitud. Más importancia tenía la exportación de productos ganaderos, principalmente cueros, a pesar de que, desde fines del siglo XVIII, parecía experimentar un descenso, del cual podía ser responsable en gran medida el abigeato. Junto a estas producciones, se hallaba una extendida actividad agropecuaria de subsistencia orientada hacia el mercado interno que, aunque de difícil cuantificación, debió ampliarse en el período considerado, tanto para atender la alimentación de la mano de obra vinculada a la agroexportación, como para suplir el consumo de los principales centros poblados. A Humboldt le llamaba la atención que, en el valle de Caracas, «manzanas y membrillos» fueran reemplazados por «maíz y legumbres» al «aumentar el número de negros labradores» con el café.
Impacto de la Guerra de Independencia en la producción:El prolongado enfrentamiento bélico que afectó con mayor intensidad las provincias de Caracas y de Cumaná contrajo considerablemente la producción agropecuaria y las exportaciones. El cultivo del café, cuyo descenso fue menor que el experimentado por los otros productos de exportación, alcanzó en 1830 niveles similares a los de inicios del siglo, logrando desplazar al cacao en el primer lugar de las exportaciones. Durante la década de 1830, dichos productos representaron entre el 50 y el 60% del valor total de las exportaciones. Aunque incompleta, la información recopilada por la Sociedad Económica de Amigos del País en su Anuario de la provincia de Caracas permite advertir la importancia que en esos años llegó a alcanzar el cultivo del café, ya que señala la existencia de 701 gs de cultivo con 7.364 matas, y 356 de cacao con 7.197 matas en promedio. Junto con el cacao, cuya producción de acuerdo con Agustín Codazzi en 1840 alcanzaba a la mitad del nivel de 1810, la de añil, algodón y tabaco también decreció en los años que siguieron a la guerra y el deterioro sufrido a la ganadería llevó a que, en 1826, se prohibiese la exportación de caballos, yeguas, mulas y asnos. Igualmente fue afectada la producción agropecuaria para el consumo interno, lo cual agravó los problemas de desabastecimiento sobre todo en la provincia de Caracas y originó la subida de precios en bienes de la dieta diaria de la mayoría de la población, como ocurrió con la carne, el maíz y otros granos. El agudo desabastecimiento de éstos y otros bienes de consumo alimenticio y el aumento de los precios ocurridos en 1837 reflejan la persistencia del problema.
Recuperación de la producción:A partir de la década de 1840, la producción agropecuaria comenzó a recuperarse lentamente, pero no fue sino hasta fines de la década de 1860 cuando logró expandirse. La producción de café ascendió, estimulada por el alza de los precios en los mercados internacionales, llegando a multiplicarse por 5 entre 1840 y 1866 al ampliarse las extensiones cultivadas principalmente en los valles de la provincia de Caracas. Mientras tanto, el cacao se mantuvo estancado a la vez que disminuyó su significación en el panorama agroexportador, llegando en 1860 a representar un 6% del valor de las exportaciones, mientras que el café aportaba el 50% del mismo. Entre 1866 y 1889, período de franco proceso expansivo, el café duplicó su producción, mientras, en esa última década, el cacao logró cierta recuperación que le permitió alcanzar los niveles de la última década colonial. Otros productos vieron menguada su participación en las exportaciones, reafirmándose la condición fuertemente monoproductora de la agricultura venezolana.
El cultivo del tabaco, en lo esencial orientado al consumo interno, prácticamente desapareció como bien de exportación desde mediados del siglo. Otro tanto ocurrió con el algodón, aunque con un fugaz repunte entre los años 1860 y 1870 como consecuencia de la Guerra de Secesión en Estados Unidos. Asimismo, decayó el cultivo del añil al comenzar a imponerse el uso de colorantes químicos desde la década de 1830, de tal manera que su participación en el valor de las exportaciones, que en esos años había sido del 10 al 15%, descendió a 1 y 2% a mediados del siglo. La caña de azúcar, incapacitada para competir con la producción de otras áreas del Caribe, con más altos rendimientos y bajo costo, continuó dedicada al consumo interno, mientras que la exportación de bienes ganaderos, si bien estuvo en ascenso desde fines de la década de 1830 decayó nuevamente debido a los efectos de la Guerra Federal. Con el cultivo del café, se amplió considerablemente el espacio agrícola ya que, si bien se sembró en áreas antes dedicadas a añil, algodón y caña de azúcar, sobre todo en los valles de Aragua, más importante fue su expansión en tierras incultas tanto por la utilización de laderas y vertientes en los linderos de las haciendas o la dedicación de parte de la tierra de la producción familiar como por la ocupación de nuevas áreas que, en algunas zonas, implicó una suerte de proceso colonizador, como en los estados andinos, particularmente en el Táchira y en el macizo Oriental. Aunque en la zona centro-costera seguían manteniéndose los núcleos principales de la agricultura de exportación, con el auge del café, otras zonas del país se vincularon activamente al mercado internacional, como el caso de los Andes, cuya producción alcanzó niveles significativos a partir de la década de 1870 y el macizo oriental, si bien con un desarrollo más tardío y de menor alcance. A partir de la información que trae el Annuaire Statistique des États Unis du Vénézuéla de 1884, se estima que el café llegó a ocupar el 20% de la superficie cultivada y el cacao un 5% aproximadamente. El resto del área agrícola se dedicaba a caña de azúcar, maíz, granos y frutos menores, particularmente dentro de la economía de subsistencia que debió también experimentar una cierta expansión considerando el incremento de la mano de obra ocupada, producto de la limitada recuperación demográfica, evidenciada por el aumento de los poblados de más de 3.000 h. La ganadería extensiva se dispersaba en la amplia zona de llanos bajo formas precarias de ocupación del territorio, mientras que una actividad ganadera más intensiva de ganado vacuno y mular, pero más limitada, se desarrollaba en intersticios del área agrícola estimulada por las demandas de la agroexportación. La expansión de la agricultura produjo una sustancial modificación del paisaje en todo el arco montañoso costero, la cual fue apreciada por distintos viajeros que dejaron su testimonio. En los valles, desaparecieron casi completamente los bosques para dar paso a la caña de azúcar, frutos menores y, no en poca medida, al café, mientras en las laderas y vertientes, se extendían bosques secundarios reconstruidos por la acción del hombre.
La carencia de capital:La destrucción de propiedades, la fuga de capitales, la confiscación de bienes, los empréstitos forzosos y el debilitamiento de las fuentes crediticias, ocasionados por las prolongadas guerras civiles que asolaron al país, agravaron las dificultades para la obtención de capitales que había sido una constante de la agricultura colonial. La Iglesia, principal proveedora de créditos durante ese período, se encontraba imposibilitada de seguir actuando como tal, afectada por el estado ruinoso de la agricultura. En estas circunstancias, necesitados de crédito, los productores sólo podían recurrir al capital disponible, el cual, en manos de los comerciantes, se movilizaba en condiciones onerosas. Hacia fines de la década de 1820, eran normales tasas de interés del 2 y 3% mensual, aunque no era raro encontrar tasas de 5% mensual, como bien señalaba Fermín Toro en sus Reflexiones sobre la Ley del 10 de abril de 1834. Esta ley favorecería la actuación del capital usurario al eliminar cualquier restricción en cuanto a sus operaciones. Si bien este tipo de crédito tendió a debilitarse con la eliminación de la ley a fines de la década siguiente y una cierta moderación de las tasas de interés, la carencia de capitales para la agricultura se mantuvo en niveles críticos hasta mediados de la década de 1860, cuando comenzó a cobrar importancia un crédito menos riesgoso y a más bajo interés, suministrado por las casas comerciales con garantía de la cosecha y no de la propiedad. Asimismo, en la década siguiente el decreto de abolición de los censos y de toda forma de crédito otorgado por la Iglesia contribuyó a aligerar las cargas que pesaban sobre los agricultores desde el período colonial. Con todo, el problema persistió, afectando particularmente a los pequeños y medianos productores quienes se mantuvieron dependiendo, en buena medida, del crédito usurero y de los comerciantes intermediarios. La obtención de capital líquido y de créditos a largo plazo y a bajo interés que se «radicaran en la propiedad territorial», como se lee en las «Seis cartas de un agricultor» al periódico El Correo de los Estados (1893), siguió siendo prédica permanente de los agricultores, quienes vieron frustradas sus aspiraciones de obtener un mayor apoyo del Estado a través de la creación de un Instituto de Crédito Territorial o de un Banco Agrario que garantizara condiciones de financiamiento más apropiadas.
La escasez de mano de obra:Con la ruptura del nexo colonial, el problema de la mano de obra en la agricultura se impuso de manera alarmante debido a la desaparición de cerca de una quinta parte de la población, por las dificultades para reincorporar a la producción a los esclavos, fugados durante la contienda emancipadora o alistados en alguno de los bandos, o la población libre movilizada durante los enfrentamientos. Las leyes de manumisión de 1821 y 1830 contribuyeron a disminuir la resistencia de los esclavos y la población libre comenzó a vincularse a las haciendas, obligada por las necesidades de subsistencia, pero no menos por las medidas contra el vagabundeo, cuyas primeras expresiones se encuentran en las Ordenanzas de Llanos dictadas durante la Primera República. Pese a ello, la escasez de trabajadores subsistió, presionada por la creciente demanda del cultivo del café y el drenaje de población por las continuas acciones bélicas. La abolición de la esclavitud en 1854 y los resultados de la Guerra Federal, al consagrar legalmente la libertad y la igualdad, terminaron por debilitar la resistencia de la población trabajadora y, aunados a una cierta recuperación demográfica, favorecieron el incremento de la oferta de mano de obra en el último tercio del siglo. Esta oferta, sin embargo, no fue suficiente para responder a las crecientes necesidades de una agricultura en expansión, cuya demanda de mano de obra, dadas las condiciones tecnológicas en que operaba el cultivo del café, se triplicaban durante los meses de cosecha, momento en el cual la escasez de trabajadores se tornaba aguda. Como es de suponer, las quejas de los agricultores eran continuas, así como abundaban las reflexiones acerca de las causas del problema y las recomendaciones para su solución. Guillermo Delgado Palacios en su Contribución al estudio del café en Venezuela, publicado en 1895, destacaba la posibilidad que tenían los trabajadores de cultivar conucos libremente con lo cual podían garantizar su subsistencia y no se veían obligados a contratarse. Este es un planteamiento que se había repetido insistentemente a lo largo del siglo y que, junto con la preocupación sobre «la abundancia de vagos y maleantes», había significado, en buena medida, el uso de la coerción como un medio de garantizarle mano de obra a las haciendas. La aplicación de las ordenanzas y códigos de policía que se extendieron a nivel provincial en la década de 1840, formalizaron este mecanismo al considerar como un jornalero y, por lo tanto, obligado a trabajar en la propiedad de otro, a todo aquel que no contase con una renta o producto en efectivo mayor de 100 pesos, así como todo agricultor con cultivos menores de 2 fanegas, contando con el recurso a la fuerza pública como garantía de su cumplimiento.
Más allá de estas soluciones prácticas, nunca se abandonaron los proyectos planteados desde la ruptura del nexo colonial de atraer inmigrantes europeos al país pero que, pese a los esfuerzos realizados, no fueron exitosos ya que las condiciones de su inserción en la actividad productiva no resultaron atractivas para esa población. La escasez de mano de obra afectó con más intensidad a la zona centro costera, tanto por ser el principal escenario de las contiendas bélicas que se produjeron a lo largo de todo el siglo XIX como por verse azotado por fiebres endémicas o epidémicas en diversos momentos. En la zona de los Andes, que se había mantenido al margen de los enfrentamientos y que presentaba mejores condiciones de salubridad, el problema se presentó de manera menos aguda y, por esas mismas condiciones, se convirtió en un importante receptor tanto de población como de capitales de las zonas bajas, sobre todo durante la Guerra Federal. Así desde 1830, la región andina comenzó a experimentar un crecimiento demográfico que, en el último tercio del siglo alcanzó una tasa de 3,6 en tanto que, en la población total, ese crecimiento sólo fue de 1,7. Al lado de ellos, en ese período, la zona del Táchira se benefició de migraciones estacionales de mano de obra colombiana. Estas circunstancias contribuyeron a la rápida expansión del cultivo del café en los Andes de tal manera que, hacia fines de la década de 1870, esa zona aportaba el 45% de la producción de exportación de dicho producto.
La dependencia del mercado internacional:Con el ciclo del café el funcionamiento de la agricultura se hizo más vulnerable al comportamiento de las economías europeas y, en particular, a las oscilaciones de la demanda y de los beneficios de la libre competencia en el mercado externo. Las vinculaciones con ese mercado se desenvolvieron de manera dificultosa, tanto por las condiciones en que se encontraba el aparato productivo, como porque la producción debió participar en un mercado crecientemente competitivo y fluctuante. Si bien los precios internacionales del café mostraron un alza tendencial en el curso del siglo XIX, esta tendencia se vio interrumpida por caídas coyunturales condicionadas más por los niveles de la oferta mundial, sujeta a intensas variaciones climáticas que por modificaciones en la demanda. Esos vaivenes afectaron no sólo el funcionamiento de la agroexportación sino también la dinámica de la sociedad venezolana en su conjunto, de tal manera que la caída de los precios abría períodos críticos de intensas y variadas repercusiones. Descenso de los ingresos, desequilibrio de la balanza comercial, disminución en la demanda de bienes y servicios y del circulante, así como contracción de los gastos de los productores y del crédito ofrecido por los comerciantes y déficit fiscales, fueron algunos de estos efectos que, con frecuencia, estuvieron asociados a cambios políticos.
Estancamiento de la agroexportación:Condicionada por los factores mencionados, la agroexportación pareció encontrar un techo a su crecimiento hacia la última década del siglo XIX. En 1889, las exportaciones de café alcanzaron un nivel que, con alzas ocasionales y poco sostenidas, se mantuvo hasta la década de 1930 y los rendimientos por hectárea acentuaron su descenso iniciado a fines de la década de 1870. Para 1875, la producción por hectárea era de 2.225 kg, según las estimaciones realizadas por J.A. Barral en su obra Porvenir de las grandes explotaciones en Venezuela, publicada en 1881, mientras que en la década de 1890 Delgado Palacios la estimaba en 658 kg en la zona central. Esta tendencia decreciente era producto de la expansión hacia terrenos poco aptos para el cultivo y fundamentalmente, de los sistemas de trabajo basados en un escaso laboreo, adecuándose a la carencia de capitales y a la escasez de mano de obra. Aunque en los primeros momentos, la incorporación de nuevas tierras había permitido atenuar el efecto del descenso de la productividad en los volúmenes de producción, a fines de siglo, el ritmo de ocupación de este tipo de tierras comenzó a disminuir, ya que sólo quedaban disponibles aquellas tierras de más difícil acceso donde la producción se encarecería por los costos de transporte a los puertos de embarque. Por otra parte, no había mano de obra utilizable en las condiciones requeridas. El cambio de ritmo era aún apreciable en las áreas de los Andes y del macizo Oriental donde el proceso continuaba con más intensidad. Al finalizar el siglo XIX, la agricultura del café se hallaba incapacitada para competir con otras regiones de América Latina, como Brasil que, contando con ventajas comparativas que hacían más rentable su producción y le daban mayor posibilidad para tolerar los períodos de bajos precios, habían generado una considerable expansión de la oferta mundial. En esas condiciones, el café venezolano comenzó a perder significación en el mercado mundial, aunque hasta 1909 se mantuvo como segundo productor, muy distante del primer lugar ocupado por Brasil. Con altibajos, la situación de estancamiento se prolongó hasta 1929 cuando por la aguda caída de los precios internacionales, la producción de café y la agroexportación en general, entraron en una crisis que arrastró tras sí al resto de las actividades agropecuarias.
La hacienda:Este patrón de organización de la producción que se había establecido en Venezuela en el siglo XVIII con el auge del cacao, se extendió durante el siglo siguiente a lo largo del territorio, desarrollando rasgos que ya se advertían en aquel momento, entre los cuales cabe destacar la limitada capitalización, el laboreo poco especializado con bajos niveles de jornada-hombre por hectárea, la concentración de la propiedad de la tierra y la vinculación de la mano de obra fundamentalmente mediante mecanismos de coerción. La tendencia a la concentración de la propiedad de la tierra presente en los valles de Caracas y de Aragua desde fines del siglo XVIII, se acentuó a partir de la ruptura del nexo colonial, mediante la ocupación de tierras baldías nacionales y ejidales reconocida en las leyes de 1821 y 1848, de tierras de las comunidades indígenas disueltas durante el período de la Gran Colombia y de tierras de las órdenes religiosas. Al mismo tiempo, ocurrieron cambios de propietarios como consecuencia de la agitada dinámica sociopolítica del período. Las haciendas tendieron a ampliar sus linderos incorporando laderas y vertientes que, al cobrar valor económico con el café, eran la única vía de incrementar los volúmenes de producción, dado el mantenimiento de las condiciones tecnológicas de los cultivos. Esa ampliación, asimismo, permitió a la hacienda contar con tierras abundantes para la producción conuquera de la mano de obra, conjugando de manera permanente la producción para los mercados internos y para la subsistencia. Considerando la vinculación de la mano de obra a la hacienda durante el período, el rasgo dominante fue la generalización del peonaje. Al iniciarse el siglo XIX, parte de la mano de obra de la hacienda era esclava que, si bien había incrementado su número en las últimas décadas coloniales, no representaba la población trabajadora más importante. Humboldt estimaba ya que en ese momento existían 60.000 esclavos, de los cuales dos tercios se encontraban en la provincia de Caracas. De acuerdo con John Lombardi, en 1810 aquella población no representaba más de un 5%, aunque en las principales zonas agrícolas podía llegar al 9 o 10% de la población total. En el curso de las décadas siguientes, esta población fue disminuyendo como consecuencia de la prohibición de introducir esclavos a partir de 1810 y de las posteriores leyes de manumisión. Los siguientes datos que presenta este último autor son reveladores de la pérdida de significación de la esclavitud: en 1844 constituía el 1,75% de la población; sólo un 3% de la población tenía esclavos y de ella sólo un 20% poseía más de 10. Si bien gran parte de esa mano de obra se hallaba incorporada a las haciendas, su importancia residía en que representaba la mayor parte del capital de los hacendados, utilizado como garantía para sus préstamos. Al mismo tiempo, la población libre de negros, indios y pardos, que desde el período colonial representaba la mano de obra mayoritaria de la hacienda, como bien lo constataron Humboldt y Depons en la primera década del siglo XIX, se mantuvo en ascenso después de la ruptura del nexo colonial, de tal manera que, cuando se abolió la esclavitud en 1854, el peonaje, que era la forma de vincularse la población libre a la hacienda, estaba ya plenamente establecido.
Los antiguos esclavos tendieron a convertirse en peones de las haciendas en condiciones económicas similares y a veces, peores a las de su situación anterior, a la vez que continuaban siendo objeto de una discriminación basada en el factor étnico. Aunque la existencia de una población sin tierras representaba una oferta potencial de mano de obra, las condiciones de trabajo y los niveles de remuneración parecían no ser muy atractivos y de allí los factores de resistencia y la expansión del conuco libre de los que tanto se quejaban los hacendados, y la puesta en práctica de mecanismos diversos: cesión en usufructo de tierras de la hacienda para la producción conuquera, endeudamiento mediante los adelantos hechos a los peones por los hacendados y otros mecanismos de coerción respaldados por reglamentaciones provinciales para normar el trabajo y combatir el vagabundeo, las cuales frenaban la producción independiente y obligaban a la población con escasos medios de subsistencia a contratarse en las haciendas.
La producción familiar conuquera y la agroexportación:Con el café, la producción familiar de cultivos mixtos se incorporó también a la corriente del mercado internacional. De importancia, particularmente en los Andes donde se había multiplicado desde los primeros años de la República con cultivos de caña de azúcar, papas, trigo, maíz, frutos menores y ganado, este patrón de producción, el conuco, se expandió en el territorio desde mediados del siglo. Esta producción se fundaba en la posesión de pequeñas y medianas extensiones de tierra por un grupo familiar que realizaba dicha producción usando su propia fuerza de trabajo y la de otros grupos familiares bajo formas de reciprocidad. La asociación del café con otros cultivos y actividades de subsistencia, al igual que en la hacienda, le daban a este patrón de producción una alta capacidad para adaptarse a las condiciones del mercado. Si bien el cultivo se realizaba con las mismas condiciones tecnológicas de la hacienda, el beneficio era rudimentario, por la imposibilidad de hacer inversiones para tecnificar esta tarea, como fue más frecuente en las haciendas. La producción de un fruto de poco acabado y con menor precio en el mercado, unido a las condiciones desventajosas de la comercialización establecidas por comerciantes intermediarios y a la necesidad de recurrir a créditos usurarios, entre otros factores, contribuyeron a que este patrón de organización de la producción tuviera una baja capacidad de generación de beneficios. http://www.fpolar.org.ve/nosotros/educacional/economia/agricultura.html

Sorprendentemente, el primer producto agrícola que descolló en Venezuela fue el trigo. Comenzando por El Tocuyo, el trigo se fue ampliando a Trujillo y Mérida, así como el Valle de Caracas. Para el quinquenio de 1601 a 1605 el principal producto de exportación de Venezuela fue el trigo, con un 63% del valor de todos los productos exportados!!!
Casi inmedaitamente comenzó la explotación del tabaco, cubriendo rápidamente las regiones costeras. Sin embargo, siempre hubo mucha oposición a este producto, pudiéndose citar como ejemplo, que el gobernador Sancho de Alquiza mandó a talar todas las plantaciones existentes... De todas maneras, el tabaco desplazó al trigo como principal producto de exportación alcanzando hasta el 61% del valor total de las explotaciones para el quinquenio 1615-1620.
La problemática del tabaco, llevó a muchos productores a cambiarse a otro cultivo que estaba llamado a convertirse en la reina de las exportaciones por los siguientes 200 años, el cacao.
http://www.auyantepui.com/historia/econ_col.html

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